Subida al Mogorro. El recuerdo de una tragedia
En septiembre de 1943 hubo grandes lluvias que provocaron que el agua bajara por las calles y por los arroyos de la Nava con tal fuerza, que arrastraba a su paso cuanto se encontraba: ganado, enseres e incluso personas.
Tal fue la virulencia de aquellas lluvias que el arroyo de Tía Zoila se desbordó a su paso por el cementerio derribando la tapia que lo bordeaba. Pero lo más grave y triste fue que cuando el agua entró en el cementerio se llevó por delante varias sepulturas con cadáveres y todo. Dicen las crónicas, que incluso un niño de corta edad que estaba en la sala de velatorios que había en el cementerio, fue arrastrado por las aguas. Muchos de aquellos restos no aparecieron jamás, pues fueron arrastrados por las aguas hasta el río.
Por este motivo, el domingo de resurrección de 1944, que fue un 9 de abril, los naveros se encomendaron a la Virgen y tras la misa de resurrección subieron con banderas y estampas al cerro del Mogorro para depositar allí sus ofrendas en solicitud de protección contra las tormentas.
Durante muchos años esta tradición ha estado en vigor y aún llega hasta nuestros días, aunque es bien cierto que un tanto empobrecida, ya que en gran parte hemos perdido la perspectiva histórica por la que nuestros mayores hacían esas ofrendas sin faltar un año. Pero aquel terrible recuerdo de las lluvias de 1943, aún perdura en los más mayores de nuestro pueblo.
Este año, en conmemoración de los 70 años de aquella primera subida al Mogorro, queremos animar a todos los naveros para recuperar una tradición, que aunque recuerda una terrible tragedia, debemos convertir en día de confirmación de nuestra historia y de nuestra identidad. Y por supuesto y más importante, rendir también homenaje a nuestros mayores, a sus esfuerzos por salir adelante incluso a pesar de terribles adversidades.
Aquella subida que se inició como recuerdo de una tragedia debemos ser capaces de convertirla en reconocimiento de toda nuestra historia y como muestra de la enorme capacidad de los naveros para solventar los problemas. Y por eso debemos celebrarlo y no olvidarlo nunca.
Convertir la primitiva subida rogatoria en una competición deportiva para afianzar nuestra identidad y tener presente el pasado, con la mirada muy fija en el futuro, es la mejor manera que tenemos de reivindicar nuestra historia y de apostar por el futuro de nuestra gente.